jueves, 2 de junio de 2016

El pueblo




Este es mi primer personaje, el que define parte de la vida de la protagonista, con su propia energía: Puente Sauce. ¿Existe?, en cierta medida, sí. Mi inspiración se encuentra al sur de la campiña cordobesa, limítrofe con Málaga y Sevilla. No tiene el mismo nombre, pero sí parecido. Mi infancia ha sido una influencia constante en toda la novela, las historias que escuchaba de pequeña relatar a mi abuela, el calor, los olivos, el campo fértil todo el año, la libertad de poder correr libre por él sin sentir el asfalto bajo los pies.

Reavivar esta parte de sus vidas me sirvió para crear la infancia de Esperanza, basándome, sobre todo, en cómo vivía una joven en los pueblos del sur de España en los años 20 y 30.
La vida de una mujer en aquella época no era fácil, peor aún menos en los pueblos.
Recuerdo muy bien como me contaban que en aquellos años, las mujeres se limitaban a sentarse en los patios por las tardes, cuando la temperatura se hacía más soportable, para cantar o chismorrear de forma inocente (algunas no tanto), mientras los hombres podían libremente reunirse en las tabernas a tomar un fino tras una jornada de trabajo.
Otro elemento importante en la obra, donde se produce el encuentro de Esperanza con su amor, es el cementerio. Nos pudiera parecer un sitio lúgubre pero no es así.
En el pueblo del sur, el jardín lo precede, como si fuera la entrada a un pequeño palacio, donde todo es luz y blancura. Donde los familiares llevan sus sillas para sentarse ante los altares de los que ya han cruzado. Nunca he visto ni sentido nada extraño allí, sólo una calma y paz difícil de describir, unido al canto de los pajarillos que revolotean entre los árboles.

Pero lo que más me gustaba, lo que quedó impregnado en mi alma y mi corazón, es el paisaje, las casas, las calles alegres, el color.
Y, aunque mi hogar puede estar lejos de estos momentos, siempre busco esa luz tan especial que me inundaba cuando era pequeña. Hubo una época, hace muchos años, en que la luz lo invadía todo. Hacía reflejar el alma hasta de las rocas más inertes y grises. En esa época, el calor y el color me envolvían en una manta suave de calidez.
Todo resplandecía, todo estaba plagado de reflejos verdes, morados, rosas, violetas, azules, verdes, dorados. Eran pequeños matices en el pétalo de una flor, en el brillo de una lata abandonada entre la hierba frondosa, el ruido de los ratoncillos dentro de una bolsa de patatas, revolcándose como chiquillos juguetones. Las risas de los que pasaban, el olor indefinible de miles de aromas mezclados, de personas, animales, plantas, lluvia. Todo, en aquellos años remotos de la niñez, tenía un color y aroma especial, más brillante, más hermoso, más inocente.
Estos son los recuerdos que también tiene Esperanza, antes de que los prejuicios de la época le pusieran barreras y su destino comenzara a moldearla, llevándola lejos de su tierra y su familia.
La próxima entrada la destinaré al primer personaje, puede ser cualquiera de los que aparecen en la novela. Hablaré en profundidad de él, os mostraré su rostro, sus temores, sus pasiones, lo que le llevó a ser tal como es.
Podéis elegirlo vosotros o yo misma. Si queréis que hable sobre alguno en especial, mandarme un mensaje o correo diciéndomelo y os lo mostraré.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanto el libro, lo recomiendo. El pueblo siempre ha estado presente también en mi vida, aunque ya no vaya tanto a él. Es una novela llena de magia, visual, te transporta a otros mundos, a otra época.