martes, 6 de noviembre de 2018

AMOR




El amor está en todas partes, dentro de nosotros, en nuestros actos, en nuestros pensamientos, en nuestro interior. El amor, así como el odio, tiene una piel muy fina, tanto, que se puede pasar de uno a otro casi sin darse cuenta.

Y eso es lo que ocurrió en el campo de concentración de Auschwitz, entre un guardia alemán de las SS, Franz Wunsch, y una joven judía, Helena Citronova. Uno fue educado para el odio, la otra para la desconfianza. Pero el amor surgió entre ellos, él se enamoró cuando la oyó cantar. Ella necesitó más tiempo, lo que Franz representaba no era para menos. Él fue, según los testimonios en el juicio que se celebró en 1972, cruel con los prisioneros, pero ella lo cambió, lo volvió humano. Esas fueron sus palabras.
Nunca estuvieron juntos, pero por un tiempo el amor conectó sus corazones y sus conciencias. Y cuando eso ocurre, el mundo cambia. Porque somos diferentes, actuamos de forma diferente, nuestra energía viaja allá donde vamos, la transmitimos con una caricia, con la sonrisa, con la mirada, con el sonido de nuestra voz.
Lo que hace difícil que el amor se llegue a realizar son los convencionalismos, las ideologías, las directrices que nos mueven en un mundo encasillado, donde todo está analizado, donde todo está burocratizado. Y el amor es energía pura, indómita, rebelde y libre.
El amor está en todas partes, incluso en Código Ámbar, amor como energía que puede cambiar la vida no solo de sus protagonistas, sino de todos aquellos que las conocen.
Amor de hermana, amor de amiga, amor secreto, amor entre judía y nazi, amor a hijos que no son tales, amor por alguien que ni siquiera conoces, amor por la vida.

¿Se puede amar sin besar? ¿Se puede querer sin conocer?, ¿luchar sin matar?
¿Se puede acariciar sin tocar? ¿Se puede ver con los ojos cerrados?
¿Se puede vivir eternamente?

En Código Ámbar hay amor, mucho amor, porque es lo que mueve a la protagonista, por lo que ella se obliga a iniciar una aventura que la llevará a descubrirse y que cambiará su vida. Recorrerá Europa en pleno auge del nazismo y luchará por salvar la vida de una familia que se convertirá en la suya. Todo comienza con esta carta:

Hola Esperanza:

Si estás leyendo esta carta, es porque ya habré muerto. Siempre he sabido que fallecería antes que tú. Para mí has sido un ángel y los ángeles son eternos. Sé que te parecerá extraño que hable con tanta ternura después de las peleas y discusiones que hemos tenido. Solo he de decirte que no me importa. Sí, siento tristeza de no haber sido mejor marido, pero he vivido tan abrumado por ti, por tu fuerza y por tu inteligencia, que no he sabido reaccionar como debía. Me he refugiado en la bebida como un tonto y ahora no puedo salir de ella. Lo prefiero a tener que enfrentarme a ti.

Te tengo que confesar que no te he sido fiel. Conocí a una mujer en Madrid, con la que he estado solo una vez, pero con la que me he escrito varias veces. Creí estar enamorado, pero no fue así, lo descubrí la noche que volví de mi último viaje ¿te acuerdas?, te encontré dormida en el salón y te llevé a la cama; hicimos el amor como nunca lo habíamos hecho.

Esa mujer se llama Antje, Esperanza, y tiene un hijo. Ambos viven en Alemania. El niño es mío, según me dijo, y yo la creo porque es una mujer honesta.

Sé que te estaré haciendo un daño enorme con todo lo que estoy diciendo, pero no puedo irme al otro mundo sin dejarlo por escrito. Debías saber la verdad, aunque me odies el resto de tu vida. Solo deseo que sepas que te amo, tú has sido el amor de mi vida, aunque yo no haya sido el tuyo. Te he querido retener a mi lado cuando querías volar. Me oculté entre el alcohol y los brazos de otra mujer; me busqué otros problemas, para tratar de no enfrentarme a los tuyos. Tenía miedo de perderte y sé con certeza, que si nos hubiéramos sentado a hablar de nuestros sentimientos, te hubieras alejado aún más, somos tan diferentes. Pero fui egoísta. Por estar contigo, por saber que todos los días estarías ahí esperándome, te aparté de mí. Aunque no te fueras, tú no estabas allí.

Tu vida es otra de la que yo no formo parte. No conozco tu mundo y por eso me pareces maravillosa.

            Solo quiero que recuerdes que te quiero, siempre te he querido.



Jorge



Código Ámbar, página 51